martes, 26 de mayo de 2009

CUENTO DE MIEDO

Pablo, era un niño al que le gustaba leer mucho, tanto que él creía que había leído todos los libros del mundo.
Un día fue a la biblioteca, y le dijo a la bibliotecaria que se aburría mucho, ya que no tenía nada para leer; a Pablo no le gustaba el fútbol, ni el ordenador, ni la Nintendo, sólo le gustaba estar entre libros de lectura, y entonces la bibliotecaria le dijo que le contaría un secreto si le prometía que sabría guardarlo. Él muy contento le dijo que sí.
María, que así se llamaba la bibliotecaria, le dijo que en la iglesia del pueblo, abajo, en el sótano, había muchas estanterías llenas de libros, de todos los niños a los que no les gustaba leer y allí estaban olvidados.
Pablo, al día siguiente, estaba muy nervioso y en el colegio no podía concentrarse en nada de lo que explicaba la "seño", le llamó la atención muchas veces porque no atendía, pero él seguía pensando en esa iglesia.
Cuando salió del cole, fue corriendo a su casa, comió rápidamente y le dijo a su madre que se iba a jugar, una pequeña mentirijilla, porque salió como un cohete derecho a ver al párroco de la iglesia; tocó a la puerta y allí estaba, regordete con la cara muy blanca, parecía que no le había dado el sol nunca.
-"Señor, ¿puedo pasar a ver el sótano de la iglesia?, preguntó Pablo.
-Sí, respondió el párroco, pero hay un problema y es que no puedo acompañarte porque tengo mucho trabajo, tendrías que ir tú solo. ¡Ah, y de los libros que veas, sólo puedes llevarte uno!
-Gracias señor.
Pablo bajó las escaleras que llevaban al sótano, eran muy estrechas y en forma de caracol, no tenían baranda y casi se cae. También estaba muy oscuro y cuando llegó abajo tuvo que esperar un poco para acostumbrarse a ver en la poca claridad que había, pues sólo de arriba, por una ventanita, entraba un rayito de claridad, y así, despacito, se encaminó por un pasillo muy estrecho. Le estaba dando un poco de miedo, pero quería llegar a su destino, y allí estaban ¡todos los libros enfrente de él!
¡Ohhhhhhhhh! ¡Qué montón de libros! ¡Todos para mí!
Pero recordó que el cura le había dicho que sólo podría llevarse uno y ¿Cuál?
Siguió andando entre estanterías en las que también había mucho polvo, y telarañas por todas partes, incluso ruidos que no sabía de dónde venían, le temblaban las piernas; sólo quería salir de allí.
Parecía que había estado mucho tiempo y pensó que su madre le andaría buscando, y nadie, sólo el cura, sabía que estaba allí.
De pronto, se dio la vuelta para salir de aquel laberinto, pero se complicaba más y más, a la salida cayó al suelo tropezando con una estantería y un libro le golpeó la cabeza, asustándole más de lo que ya estaba, lo cogió y salió corriendo, ¡Ya tenía un libro!.
Más tranquilo, lo abrió y su sorpresa fue que no había nada escrito en sus páginas, ¡Todas estaban en blanco!. Lloró y lloró diciendo que no había tenido suerte, el libro que había elegido no ponía nada, aunque de cualquier forma se lo llevaría a su casa: "El libro lo había elegido a él" Y no pensaba dejarlo.
Al cabo de mucho andar, encontró el camino de regreso y la salida. El párroco le estaba esperando ya para cerrar.
-Dime ¿Has encontrado el libro que buscabas?
-Sí, señor- contándole toda su aventura, ¡Pero no hay nada escrito!
-A ver que lo vea -le dijo el cura-.
Pablo se lo enseñó, y para su sorpresa, en el libro sólo aparecían las primeras páginas escritas con detalles de su propia vida: Su nacimiento, sus fotos, sus papás, hermanos. Todo, todo lo que hasta ahora había vivido, pero el resto de las hojas estaban en blanco.
El cura le dijo:
"Esas hojas, sólo las puedes escribir tú".
En todos los libros del mundo, hay una parte de la vida de cada uno que los escribe.
AUTORA: Julia Mª Ortiz Serrano 3º C

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